-¡Bajá la cabeza!- susurró Frank con los dientes apretados y la cara retorcida del miedo, mientras acariciaba a su gato con excedida fuerza. Estaba incomodo, y no por el hecho de tener que estar escondido en su propio centro cultural. Estaba incomodo en su vida, agotado por la realidad del caos y la maldad ajena. Esta vez, les tocaba a ellos sufrir la inseguridad. Ambos se encontraban bajo la escalera caracol de madera anticuada, tapados debajo de una sábana para intentar que no los vean entre escalon y escalon mientras revolvían y destruían la casa a su piacere. Frank ya había pensado en esta situación, y había construido la falsa puerta debajo de la escalera, escondida detrás de la biblioteca. Sabía que funcionaría, siempre y cuando Chloe se mantuviera en su posición negándole a la curiosidad. -¡Bajá la cabeza, por Dios!- volvió a susurrar luego de otra mirada nerviosa de su pareja. Los pasos se escuchaban por encima de ellos, y a cada paso el polvo se mimetizaba más en el ...
Enfocó la vista. No sabía hace cuanto tiempo estaba mirando aquella fuente. Por ahí cinco minutos, por ahí media hora. Intentó poner en números la cantidad de horas que estuvo sentado en la misma posición. Falló en el intento y, por si fuera poco, la vista volvió a nublarse en un punto fijo. No estaba mirando nada. Ni antes estaba mirando la fuente. Cómo un relojito, todas las madrugadas se sentaba en el mismo lugar y a la misma hora y su vista se perdía en los mismos detalles. Los primeros rayos que el sol regalaba a ese departamento todos los días eran en ese preciso lugar. Y muchos años viviendo allí le dieron a entender que era el mejor lugar para sentarse a analizar. Hubo una época que tuvo que cambiar de lugar por que la espalda le pedía por favor que se acueste para analizar. Tardó 2 meses en darse cuenta que un almohadón solucionaba el problema. Y ahora, con el almohadón bajo el culo, recibía los primeros rayos solares del día. Respetaba siempre la misma posi...