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Hello Frank

 

-¡Bajá la cabeza!- susurró Frank con los dientes apretados y la cara retorcida del miedo, mientras acariciaba a su gato con excedida fuerza. Estaba incomodo, y no por el hecho de tener que estar escondido en su propio centro cultural. Estaba incomodo en su vida, agotado por la realidad del caos y la maldad ajena. Esta vez, les tocaba a ellos sufrir la inseguridad.

Ambos se encontraban bajo la escalera caracol de madera anticuada, tapados debajo de una sábana para intentar que no los vean entre escalon y escalon mientras revolvían y destruían la casa a su piacere. Frank ya había pensado en esta situación, y había construido la falsa puerta debajo de la escalera, escondida detrás de la biblioteca. Sabía que funcionaría, siempre y cuando Chloe se mantuviera en su posición negándole a la curiosidad.

-¡Bajá la cabeza, por Dios!- volvió a susurrar luego de otra mirada nerviosa de su pareja. Los pasos se escuchaban por encima de ellos, y a cada paso el polvo se mimetizaba más en el ambiente. Se escuchaban abrirse los cajones, y cómo iban revoleando cosas por el lugar. “No lo van a encontrar”, pensó tranquilamente Frank. Lo que si sabía, es que sus vidas dependían de que no maulle el gato, o que no se asome Chloe una vez más.

-Aguantá que ya se van- volvió a susurrar, con las palmas de las manos agarradas entre si y las puntas de los dedos índices en su labio superior. El nerviosismo lo tenía con tanta angustia que se hubiese largado a llorar fervientemente ahí mismo, pero el deseo de seguir vivo lo seguía manteniendo en silencio. Las lagrimas caían por la mejilla de Chloe que ni siquiera se gastaba en secarla, mientras se escuchaba cómo rompían vidrio por vidrio en el piso de arriba.

-No está aquí, señor- dijo una voz  mientras bajaba las escaleras- tampoco hay rastro de ellos.

-Quemalo.- dijo la oscura voz mediante el walkietalkie, y la cara de Frank se convirtió por completo al de un asesino. Podía permitir un montón de cosas, y aguantar hasta el dolor más insoportable. Pero no podía permitir que la obra de su vida, el lugar donde tanta gente escapa de su realidad para disfrutar con los de su ideología, se destruyera así como si nada. Y la gota rebalsó el vaso, logrando que Frank salga de allí con su cuchillo en mano de la manera más sigilosa posible. Un silencio abrumador inundó la casa, en el cual solo se podía oír el ruido de la nafta cayendo al piso y su respectivo olor.

 El hombre con el handie estaba muy desconcentrado y con la guardia baja cuando Frank lo degolló. Dos opciones surgieron: la heroica o la segura. Chloe salió del mini sótano y quedó congelada al ver el militar en el suelo, y a Frank pintado de rojo.

-Pase lo que pase, este lugar dejará de existir. Nos vamos.- replicó Frank luego de 5 segundos de pensarlo, y se escaparon por el patio trasero, trepando árboles y techos. Luego de superar la 3er medianera, llamó al numero agendado cómo “SKP” que contestó con una voz desacertada para el momento por la vehemencia y ganas con la que hablaba.

-No es momento para escuchar tus puteadas. Necesito irme YA.- Dijo Frank con la mano izquierda en la cabeza mientras mantenía el celular en su oreja con la otra.

-Puteo lo que quiero. Fabrica abandonada, en 40 minutos. En 39 no habré llegado, y en 41 minutos no estaré más.- Sin contestar, Frank apagó el celular.

-Llegó el momento- dijo Chloe con mucha angustia, pero esta vez sin llantos.

-Lo veíamos venir…

-Nos vamos a volver a ver?

-No sé,- dijo con temor mientras ponía su frente contra el de ella- no lo sé.

-Te voy a encontrar- replicó, y lo besó fuertemente. Sin decir más, Frank subió la medianera y siguió saltando uno por uno. Cada vez que llegaba a la calle, miraba dos veces antes de cruzar hasta la otra medianera. No podía mostrarse: era claro que lo estarían buscando. Y no había nada que lo molestara más que tener que correr por su vida.

Hoy, 6 años después, lo que más disfruta Frank es la libertad de pasear sin que nadie lo busque. Disfruta de tomar un café mientras su perro corre y persigue a los demás caninos agitando la cola velozmente. No tiene percances y es feliz moviéndose ciudad por ciudad, día tras día. Sin embargo, la cara de Chloe siempre le aparece y le ofusca sus sentimientos de tranquilidad. Sabe que no lo van a encontrar, pero siente que no la va a reencontrar. “Sería muy peligroso” se repite a si mismo, y si bien desea abrazarla desde su más profundo sentimiento, sabe que la vida de ella estaría en juego estando con él. Como la suya todos los días.

Mientras tomaba un sorbo del ya frío café, una mano se le posa en su hombro y le dice:

-Hello, Frank. How you doing? Are you allright?

Entendía y hablaba ingles a la perfección, pero no pudo contestarle al militar de sonrisa infame acompañado de otros 4. Sabía que hasta ahí había llegado su vida, y tras darle una última mirada a su perro y un último pensamiento a Chloe, se estalló de risa. Sólo él sabía donde estaba lo que buscaban, y si moría jamás lo sabrían.

Fue en ese preciso instante cuando se dio cuenta que su muerte valía más que su vida. Que su muerte, valdría la vida de millones de personas. Sabía que había hecho un acto heroíco, y ya no tenía más nada que perder. Por eso mismo atacó al militar sin contestar, y recibió los balazos sin siquiera dolor mental por su tan estirada muerte.

 

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