Enfocó la vista. No sabía hace cuanto tiempo estaba mirando aquella fuente. Por ahí cinco minutos, por ahí media hora. Intentó poner en números la cantidad de horas que estuvo sentado en la misma posición. Falló en el intento y, por si fuera poco, la vista volvió a nublarse en un punto fijo. No estaba mirando nada. Ni antes estaba mirando la fuente. Cómo un relojito, todas las madrugadas se sentaba en el mismo lugar y a la misma hora y su vista se perdía en los mismos detalles.
Los primeros rayos que el sol regalaba a ese departamento todos los días eran en ese preciso lugar. Y muchos años viviendo allí le dieron a entender que era el mejor lugar para sentarse a analizar. Hubo una época que tuvo que cambiar de lugar por que la espalda le pedía por favor que se acueste para analizar. Tardó 2 meses en darse cuenta que un almohadón solucionaba el problema. Y ahora, con el almohadón bajo el culo, recibía los primeros rayos solares del día.
Respetaba siempre la misma posición. Postura a 90°, espalda contra el sillón. Cada vez que el reloj marcaba las 3AM, su cuerpo instintivamente se acomodaba contra ese sillón. Sin retrasarse ni anticiparse. Intentaba no olvidarse ninguno de sus 3 objetos elementales para estar allí: tabaco, papelillos y filtros. Cuando se olvidaba uno de los 3, anticipaba malos análisis. Cuando tenía todo en orden, la bala podía salir para cualquiera de los dos lados.
Solamente analizaba. Analizaba sus alrededores. Analizaba la falsa felicidad de sus familiares. Analizaba la cobardía de no analizar de muchos de sus compañeros de vida. En el fondo, quería ser cómo ellos. Por que ellos no sufrían, y si sufrían, era un sufrimiento superficial. Cuando se olvidaba un elemento, analizaba el positivismo de la muerte. No se iba a levantar a buscar su elemento para analizar en paz. No. Si se lo había olvidado, era por que había cosas de la muerte para analizar. Pero cuando todo estaba en orden, en el lugar donde tenían que estar, analizaba otras variables. Retomando: analizaba la inseguridad de su país. Analizaba las desapariciones. Pensaba en historia, y analizaba civilizaciones antiguas. Pensaba en que civilización no tendría que analizar para ser feliz. No existía. Analizaba las frases que su abuelo le había dicho 20 años atrás. Analizaba con fervor lo que tenía para decir su padrastro 10 años atrás. Analizaba cómo iba a ser el futuro. Analizaba las guerras pasadas, y las guerras que vendrán. Analizaba el por qué su vecina, Mariel, le hablaba tanto de novelas.
Sinfín de horas. Volvió a enfocar la vista. Esta vez, su mirada se había perdido en el grisáceo cielo. El sol comenzó a abrillantar el día, pero las nubes no se lo permitían. Había muchas, muchas nubes. Parecía, de hecho, una sola nube. Y le enfurecía el simple de hecho de no tener los primeros rayos de sol del día. Necesitaba esa energía. Y con su cara y ojos nublados, se recostó en la cama hasta dormirse.
Se despertó a las 10PM. No había podido observar al sol en todo el día. Su primer movimiento del día, fue sentarse sobre el almohadón. Le molestó no haberse sentado a las 3AM. Pero no le importó, y las horas pasaron. Las ideas volaban, los análisis fluían. Los 3 elementos estaban en el mismo lugar.
La noche pasó en un santiamén. Enfocó la vista. Notó que la había perdido en las agujas del reloj. Vaya a saber uno cuanto tiempo estuvo mirando el reloj. 2 horas, quizás 3. Quizás toda la noche. Faltaban 3 minutos para que el sol comenzara a chocar sobre su dedo gordo. El análisis de la noche fue, exclusivamente, hacia el cielo. Esta vez, no sería su enemigo y no construiría una muralla para que el sol no le llegue. No. Lo esperó en la misma posición.
Para el momento en qué el sol iluminaba su dedo gordo, su análisis ya estaba en el lugar opuesto. No notó el sol en su pie: simplemente, y finalmente, estaba analizando su vida.
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