Si, soy de esos en los cuales he perdido el hilo de la conversación por estar pensando en la jugada que vi hacerle a tal jugador dos días atrás. Soy ese tipo de persona en la cual me estás contando lo mal que te trató el kiosquero, o cómo te caíste en la calle, o lo que te costó dormirte, o lo bien que la pasaste en tal noche, y mis pensamientos se fugaron hacia el cambio de ritmo de Davies que nos anonadó, o hacia el cambio de frente de Harry Kane que dejó a Son jugando el 1v1 entrando al área rival. Por favor, no pienses que soy un ser del mal. Te estoy escuchando: más que eso, te estoy prestando extrema atención. No es mi culpa estar hablando con grandisima fluidez y que la imagen de Pogba escondiendo la pelota entre sus longevas patas me baje el telón de la conversación. Se requiere un grado de atención aún mayor para estar hablando con vos mientras la distribución de Benzema desde su falso 9 mueve la pelota desde el sector izquierdo del cerebro hasta la oreja contraria.
Si, gran cantidad de veces me sentí mal por pedir que repitan lo último que me dijeron. Por mucho tiempo me mentí a mi mismo denotando cierto déficit de atención: que no puede ser que no pueda hablar continuamente con alguien sin pensar en fútbol, que me da miedo no saber de que hablar que no sea de fútbol, que si empiezo a hablar de fútbol te aburro, que si fútbol, fútbol y más fútbol. Tristemente admito haber pensado en errores de Estudiantes mientras me contaban algo con un grado de importancia elevado, y pidiendo por favor rebobinar unos segundos así puedo concentrarme en tus palabras y no en lo mal que calculó Sanchez al saltar a cabecear esa pelota. "Exagerado", me han dicho. "Superficial", también. Quizás tengan razón. Quizás exagero y traigo el fútbol a la vida corriente cómo un hecho tan importante cómo el resto de las cosas, y probablemente ahí comience mi error. Pero aún escribiendo una catarsis semejante donde me muestro desinteresado hacia lo que me decían y me golpeo por haber puesto primero al fútbol que a otras cosas, no puedo parar de pensar en lo increíblemente complementaria que es la dupla ofensiva Lukaku-Martinez y cómo desearía tener y moldear a mi equipo en base a esos dos asesinos en serie.
No soy un monstruo, chicxs. Sigo siendo igual de humano que vos, que ella, y que todos los que están allá. Mi oreja siempre estuvo dispuesta hacia mis cercanos para escuchar y aconsejar dentro de lo que puedo aconsejar, y consolar donde mis consejos no sean útiles. Pero también necesito que entiendas, amigx mix, que hay una pasión que, a veces, llega a asustarme. ¿Y si esto no logra hacerme feliz? ¿Y si no logro vivir del fútbol? ¿Y si realmente están matando al fútbol y en un futuro deje de gustarme? Sinceramente, no me importa. En mi cabeza sigo opinando de que compañías necesita Messi en la Selección, o cómo tenemos que rodear a Masche en Estudiantes, o cómo debe formar Koeman para el Messi vs CR7 de la semana que viene. Mientras me tomo una cerveza y veo cómo mis compañerxs hablan de algo que no logro componer opinión, me alegro internamente de saber que en menos de una semana hay un Bayern-Atletico Madrid y PSG-Manchester United que me están limando las uñas de la ansiedad. Te repito, no es que no me importe cómo te cagó a pedos tu jefe horas antes: al contrario, me interesa profundamente y quiero que sepas que te estoy escuchando. Pero mi voz futbolera interior recuerda alguno de los tantos controles orientados y definición veloz de Lewandowski dentro del área y se me escapa la sonrisita.
Una noche de desvelo en el cuál mi mente iba más rápido que el corazón, me planteé pensar mi último año (2019) cómo un partido de fútbol. Uf, lo que empecé jugando ese partido. Una alternación perfecta entre Juego de Posición con pelota y Gegenpressing tras perdida iluminaba mi camino y me hacia sentir invencible. La primer mitad del partido fue dominio absoluto en todas las facetas posibles y siguiendo a ese ritmo iba a conquistar todo lo que deseara. Pero tal juego es tan desgastante que si no lo racionas eficazmente empiezan a aparecer las negativas. Fue así que llegamos a un segundo tiempo cansados tanto física cómo mentalmente, ofreciendo tantos espacios cómo sean posibles para la desmotivación y perdida de rumbo total. La pelota nos quemaba en los pies y no hubo busqueda de asociación para avanzar lineas de una forma más vertical y no tan pendulante. De aquellos partidos en donde hacías todo bien, hasta el primer error fatal que luego comienza a desbarajar el castillo de naipes. El rival no tuvo merecimientos en llevarse el partido, pero nuestra individualidad y poco interés en el bien del equipo nos hizo estrellar contra la realidad, más que amortiguar algún probable golpe. Me repetí siempre lo mismo: fuimos nosotros que no supimos jugar el partido.
Me culpe a mi. Lo planteé mal desde un principio. Quizás, analicé por demás el partido y fue autodestructivo. No supe dejar en manos de la volatilidad y creatividad que un ser pensante te puede dar. Tal vez fue el no dejar fluir y no tanto encadenar movimientos y situaciones. Creo ya que nada seguro hay. Lo único seguro tras mi inseguridad sobre mis pensamientos continuos de fútbol, es que mientras hago alguna actividad externa a la pelota, me siguen apareciendo los flashes de los quites de Busquets, de la presencia de Sergio Ramos; de la velocidad de los carrileros de River, del crecimiento de la MLS, de la vuelta de Ibrahimovic a la Serie A; de la superioridad germana en todas las competencias, de lo cerrada que es la Premier. De Lampard y Pirlo cómo DT. Al fin y al cabo, esto soy. Un humano que, pase lo que pase, siempre recordará y grabará en su mente algun momento de fútbol para, en un futuro, reconfortarse ante el dolor de alguna realidad.
Comentarios
Publicar un comentario