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Una civilización errónea en tiempo y espacio



Cronológicamente, data en el año 710 A.C. Luego de 20 años de conflicto y tensión bélica,  Esparta logra vencer e invadir a Mesenia, ubicado por la periferia del Peloponeso. La longeva guerra no hizo más que enfurecer y llenar de impotencia a todos los espartanos, que como parte de botín de guerra, tomaron a todo mesenio que había quedado vivx para convertirlos en ilotas. Casta y Athan, con ayuda de un grupo reducido de ilotas, lograron darse a la fuga, pero la suerte no fue la misma para sus compañerxs que fueron encontradxs y asesinadxs a la vista de todo el pueblo espartano.

La vida de lxs hermanxs es de aquellas historias trágicas, con su padre muerto en batalla y su madre desaparecida tras conocer lo sucedido. Lo importante aquí es que Athan comenzó a trabajar con un viejo conocido de su padre, constructor de barcos muy conocido entre los mesenios. Fue con él que aprendió y construyó su primer barco, que utiliza por primera vez para escaparse junto a Casta en búsqueda de, solamente, vivir. Si bien ya había tenido experiencia en embarcaciones y navegaciones, jamás había navegado por si solo (si bien Casta estaba con él, ella no tenía idea y simplemente completaba instrucciones sencillas de Athan) y este escape lo tenía verdaderamente asustado. Pero no había comparación con la cruenta forma de tratar a los demás de los espartanos.

Los días de navegación y las distintas tormentas que lxs atacaron rigieron su rumbo hacia las costas de Cartago, con su barco llegando con lo último de vida que le quedaba. No sabían nada de esas tierras, pero sus cuerpos les pedían estar en tierra, y su barco les pedía un arreglo. No hablaré de las contiendas que allí sucedieron, pero el alto flujo de inmigrantes que no reposaban en la ciudad les dio a entender que era una ciudad peligrosa con tantos conflictos como lo era Mesenia, punto a favor para que sigan camino. Dicho y hecho, al cabo de una semana el barco estaba reparado y ya en navegación, con rumbos nuevamente desconocidos. 

La comida comenzaba a escasear, y la paciencia de Athan también. No quería darse más a la fuga, y si bien sabía que aún no era el momento de establecerse ya que no había seguridad alguna, deseaba más que nadie poder estar reposando sin disturbio alguno: "Conflictos hay en todos lados, Casta", repetía diariamente Athan con un nudo en la garganta. Y Casta masticaba la impotencia e intentaba con todo su coraje no enervar a su hermano que ya tanto estaba sufriendo. Eran buenxs hermanxs y buenas personas. La guerra les había quitado a su padre, hecho por el cual rechazaban toda idea a favor del belicismo. Iban completamente opuestos a la manera de vivir de todo el resto del mundo (Casta, por lo menos, si), y se preguntaban constantemente si encontrarían un lugar excelente para ellos. Y Etruria les dio la respuesta.

 

Recorrido de Athan y Casta.


Al pisar las tierras de los etruscos, reconocieron de inmediato que no era ni tierra griega, ni tierra que habían pisado unas semanas antes. Los colores de los valles y el clima particularmente aromático despertaron una sensación de positividad en sus cuerpos. Si bien temían tanto a cada ser humano que pasaba como al mismísimo Hades, la ventosa costa les traía buenos ánimos para continuar. El puerto estaba repleto de personas de cualquier cantidad de rasgos e idiomas, y lxs comerciantes no tardaron en acercarse a ellxs para ofrecerles sus productos. El desconocimiento geográfico sobre donde estaban parados los tenían pensativxs y perplejxs, pero aún más perplejxs los dejó una mujer que, completamente desnuda, les ofrece las vasijas más bellas que hayan visto en su vida. Estaban hechas de bronce y se podían ver a si mismos como en un espejo. La respuesta negativa ante esa oferta entristeció a la mujer que, tras hacer un giro sensual alrededor de ellos, se marchó con destino a la ciudad. Y ambos, en una especie de atracción espiritual y corporal, siguieron a la llamativa mujer sin pensar donde podrían terminar. 

La caminata fue larga e ininterrumpida. La misteriosa mujer ni siquiera frenó para verificar si aquellxs dos extrañxs la estaban siguiendo hacia su objetivo. En un cierto punto, ambxs hermanxs se miraron a si mismxs y se preguntaron hacia donde estaban yendo. Entre las posibilidades, ellxs no descartaban que la mujer era maligna y lxs estaba llevando hacia el fin del mundo. De hecho, y tras haber visto todo lo que el ser humano es capaz de hacer, no era extraño pensar tal locura. Pero tanto el clima como la esplendida belleza de la mujer ganaron la disputa del parate técnico, y concluyeron que hasta no ver lo que la mujer tenía para mostrarles, no frenarían ni a tomar agua, ni a hacer sus necesidades. La jugada era arriesgada, ya que ahora mismo sus realidades dependían de las manos de una mujer, y sus futuros sobre aquel día era completamente incierto. El nerviosismo de Athan crecía paso tras paso, y cuando menos se lo esperaba, la mujer, de alguna forma u otra, le obsequiaba la tranquilidad que necesitaba para llegar a destino. Y Casta... bueno, Casta no pensaba en otra cosa que no fuera aquella mujer. 

El sol estaba comenzando a desaparecer cuando arribaron hacia la ciudad. Literalmente, la ciudad estaba ubicada en la punta del valle más alto que por ahi hubiere, lo que llamó fuertemente la atención de ambxs dos. Al faltar un paso para entrar a la ciudad, la mujer se frenó y espero a los hermanxs, que al no estar acostumbradxs a caminar a tanto ritmo en zonas de tanta elevación les costó unos 10 minutos más llegar hasta allí. Al alcanzarla, oían solamente ruidos festivos de ebriedad. Una leve ventisca acalorada soplaba incesantemente, sin puntos negativos más que la molestia de un viento que no frena. Al mirar hacia la ciudad, les pareció de inmediato estar en Grecia. De hecho, pensaban haber vuelto a Grecia. Un arco de mediopunto delimitaba el comienzo de Etruria, y las murallas circulares alrededor de la ciudad demarcaba una fuerte organización y defensa. La calle sobre la que estaban paradxs, que parecía ser la calle principal, les recordaba fuertemente las calles griegas. Y, por si no era menos, lograban entender la gran mayoría de las cosas que los residentes decían...

-Bienvenidos a Etruria- exclamó la mujer, con una leve sonrisa cordial. -Obedezcan y sean bondadosxs, o desaparezcan-. Fue clara y concisa. El fantasma ilota de ambos les enfrío todo el cuerpo ante la palabra "obedezcan". No querían obedecer más a nadie, pero ya no tenian otra vía. Por lo menos esa noche, debían obedecer. En cuanto la mujer comenzó su camino dentro de Etruria, comenzaron a observar atentamente los movimientos y haceres de aquellos habitantes. Hombres y mujeres deambulaban por la ciudad en estado de felicidad y sin temor alguno. Se reían y platicaban entre todxs. Desde el centro de la ciudad se oían griteríos de felicidad y música alegre. Tuvieron que atravesar ante alguna que otra mirada de desconfianza, pero no les preocupó en lo más absoluto: ellxs también hubiesen mirado de la misma forma. La morada de aquella mujer se encontraba muy cerca del centro de la ciudad, sin tener que atravesarla desde el camino que tomaron. Al entrar, Athan preguntó por el hombre de la casa. El falso silencio se apoderó de la morada colorida, factor fundamental para que el silencio no sea tan abrumador. Colores vivos adueñaban la vivienda construida en madera y barro, con un patio impresionantemente hermoso que se veía desde la entrada. -Ya no hay un hombre de la casa-. 

 


Cómo podía no haber un hombre dueño de la casa? Acaso el hombre no se encontraba en ese momento en Etruria? Acaso la mujer era dueña de la casa? No, no... era inconcebible. "No debe estar por el momento", pensaron ambxs. Cómo puede una casa ser de una mujer y, encima, estar increíblemente bien decorada? La mujer, con un tono altamente jerárquico, les ordenó dormir en la casa, y dormir lo antes posible, porque los días comenzaban bien temprano. Y ni bien dicho esto, se marchó por la puerta y no retornó hasta el alba.

El cansancio de los hermanxs era tal que tardaron lo que tarda un lobo en cazar en dormirse. La comida hecha por el esclavo les llenó la barriga a tal punto de no poder ni hablar tras comer, y la única respuesta que el cuerpo pudo dar fue augurarse buen sueño entre ambxs. Athan se levantó antes que el sol comience a hornear todo material dentro de la casa, y dió la casualidad de despertarse a la par que la mujer entraba en su vivienda. Esta vez no estaba desnuda, pero el color brilloso de los metales y el hedor a vino que expulsaba con cada palabra volvieron a atraer a Athan de maneras extranormales. De todas formas, había algo que no podía entender y su resistencia no pudo más que preguntárselo formalmente:

-Cómo pueden las mujeres participar de festines sin que hombres se interpongan?- preguntó con verdadero gesto de incredulidad. Pero con aires de superioridad y libertad, la respuesta de la mujer fue una simple sonrisa, para terminar acostándose en el patio donde el sol comenzaba a pegar fuertemente y, con cada segundo que pasaba, más rayos solares ocupaban el espacio donde su cuerpo yacía. 

No osaron salir de la vivienda hasta que la mujer se despertó y decidió mostrarles de una vez por todas donde estaban residiendo. La primer visita fue al templo, el centro de la ciudad. Esclavxs trabajaban limpiando todo enchastre que el festín trajo consigo, pero la belleza permanecía intacta. Una escalinata numerosa lxs llevó hasta el pórtico in antis, una plataforma cuadrada con dos filas de grandes columnas. Para la sorpresa de ellxs, el templo carecía de buen material de construcción, tanto así que la casa de la mujer pareciera ser más segura que el templo mismo. Tantas preguntas tenían en sus cabezas... cómo puede un templo ser más sencillo en obra de construcción, que una simple vivienda? Al llegar al fondo del templo, 3 habitaciones conformaban las "cellas", habitaciones especiales dedicadas a la oración para cada uno de los dioses de la triada: Tinia, Uni y Menrfa. Las especiales relaciones que tenían estxs dioses con Zeus, Hera y Atenea llamaron firmemente la atención de Casta, que rápidamente despreció la construcción sencilla que tenia el templo, intentando dar consejos sobre como deben reverenciar a los dioses y rendirles buen tributo para que no se enojen. Era inconcebible no tener un templo digno, sino los dioses lxs castigarían. -Lxs dioses no se enojan con nosotros- interrumpió la mujer -deciden nuestro futuro, pero no nos castigan-. 

"Cómo??? No, no, no. Los dioses se enojan y mucho. La mujer no puede participar de los festines ni mucho menos ser la encargada de una casa y una familia". Todos estos pensamientos absolutamente griegos y patriarcales oscurecieron la mente de Athan, y la cerraron por completo al pensar a esta ciudad como una ciudad prospera y en funcionamiento. Al salir del templo, y pidiéndole perdón a los dioses por haber entrado en una civilización irrespetuosa, emprendió camino nuevamente hacia al barco, intentando llevarse consigo a Casta. Pero Casta estaba petrificada. Y no petrificada de miedo, o incertidumbre: estaba petrificada de asombro. Como una madre ni bien ve a su hijo pequeño nacer, Casta se enamoró de Etruria, y confesó en voz alta haber encontrado el lugar que tanto estaba esperando. Athan estaba en jaque: tenía que decidir quedarse en el lugar donde Casta decía ser su lugar en el mundo, o proseguir con sus ideales sobre los dioses y las mujeres y retomar camino hacia algún pueblo que manifieste ser como él. 

Casta no se le interpuso. Le dio a entender que ella no se movería, pero no lo obligaría a quedarse con ella. Y luego de pensarlo, pero sin haberlo pensado a fondo, Athan retomó camino a su barco, sin mirar atrás.


La ciudad durante el día estaba prácticamente vacía, y todos los ruidos que se escuchaban la noche anterior se habían desvanecido. Todxs, durante el día, trabajaban: la mayoría eran orfebres, y desde el punto de vista de Casta, eran los mejores trabajos de orfebrería que había visto. Desde vasijas, hasta espejos, hasta prendas brillosas llamaron la atención completa de una mujer que jamás había visto tanta libertad y preciosidad en una mujer, ni muchos menos tanta mano de obra femenina en los objetos que todo el pueblo usaría. 2 calles principales y perpendiculares dividían a la ciudad en 4 "Insulae", que también las atravesaban calles paralelas a las 2 principales. Las dos calles principales estaban estrategicamente pensadas para el libre y cómodo mercadeo, de forma que si entraran a negociar, es la misma calle por la que se retirarían. No había diferencias sociales entre cada Insulae, sino más bien estaban todos repartidos por azar. La diferencia patrimonial, sin embargo, era notoria en el tipo de casa que tenían: la misteriosa mujer, por ejemplo, estaba en la cima jerárquica de la ciudad, y su colorida casa daba prueba de esto.

Tras haber recorrido las 4 insulae, y haber visitado todo lugar posible dentro de las murallas, Casta confirmó que era el lugar donde quería vivir el resto de su vida, por lo que le pidió a la mujer que le enseñe sobre las tradiciones y todo lo que tenga que saber para poder vivir allí. A lo que la mujer, tras una mirada intensa y dándole un beso en la mejilla, le ordenó que la siga. 

  


Ciudad y templo etrusco.



La caminata por afuera de las murallas le otorgó a Casta la mejor vista que había podido admirar en su vida. Desde un punto altamente elevado podía ver las nubes por debajo de ella, y en el fondo notaba como el mar desaparecía en el horizonte. Al bajar el primer valle, una gran cantidad de montículos de tierra bien formados y minuciosamente arcillados emergían del suelo, pareciendole a Casta una ciudad cercana a Etruria. Pero aquí si que reinaba el silencio, y allí si que reinaban las malas vibras. Algunas en forma de templos pequeños, otros con tan solo un techo circular saliente desde el suelo, daban la sensación que podrían de alguna forma estar conectados. Y así lo era: cada entrada a los "montículos de tierra" lo acompañaba una escalera que los llevaba a un hipogeo. Allí abajo, habían muchas cámaras separadas donde en cada una de ellas residía un difunto. En cada cámara y tumba, se podían encontrar todos los elementos que en algún momento el difunto utilizó y que era de su propiedad.

  

 




Tumbas etruscas



-Aquí reside mi marido.- comentó la mujer con una lagrima cayéndole por la mejilla. La intensidad de la situación fue tal, que una gota igual o más gorda que el de la mujer le empapó el cachete a Casta. -Murió hace unos años en batalla. No llegamos a tener hijos, por lo que desde aquel día, estoy sola en este mundo.-

Casta no supo que decir, y el silencio volvió a absorber la habitación. Tras un breve periodo, que pareció un milenio para ella, la mujer enclareció la situación: -cuando alguien muere, su vida continua... es por esto que todas sus pertenencias están con él. Y es por esto, que en este hipogeo, reside toda la familia de mi difunto esposo.-

Casta salió del hipogeo porque el encierro y la tierra que allí dentro había la estaban sofocando. La mujer salió tras ella, pero esta vez con una sonrisa:- cuando yo me muera, quiero que seas la encargada de enterrarme al lado de mi esposo-. Casta enseguida entendió que si la mujer le había hecho tan grande pedido, era porque quería que se quedara con ella hasta su muerte. Por lo que su tranquilidad llegó, finalmente, al punto que ella había deseado. 

La noche se acercó, y para cuando estaba bajando el sol, nuevamente, entraron a la ciudad. Como algo rutinario, la noche llegó con los gritos de festejos y alegría absoluta desde el centro de la ciudad. La mujer había decidido de antemano llevar consigo a Casta para que pueda entender, de una vez por todas, qué era realmente la vida allí dentro. Casta decidió ir desnuda con un collar de bronce que la mujer le obsequió. No porque ella quisiera ir así, sino porque la mujer iba a ir de esa manera. Al llegar al centro de la ciudad, una marea de personas ebrias saludaron tanto a la mujer como a Casta. No la conocían, pero la saludaban como si fuera la dueña del lugar. No tardó en embriagarse, y no tardó en decidir con que hombre estar. O con que hombres estar. O con que mujeres estar. 

Y en esa mismísima noche, entendió que era lo que hacía a ese lugar único. Un lugar donde reinaba la igualdad, y la mujer tenía el mismo o más poder que los hombres. Un lugar donde el hombre siendo hombre, no valdría ni un poco. Y ni por asomo pensaba reubicar a Athan, ya que Athan era otro más siendo el hombre que no quería ni ver.


FIN



Por si quieren más info sobre los etruscos:

-Etruria no es ninguna ciudad en particular: así se lo llamaba al "imperio", pero tuvieron muchas ciudades

-Desaparecen finalmente por culpa del imperio romano. Las ciudades romanas tanto en arquitectura como en organización (por ejemplo, los desagües) toman como ejemplo Etruria para su edificación.

-La libertad de la mujer y su igualdad para con los hombres fue REAL. Imagínense un pueblo con esas características desde el siglo 9 A.C. De hecho, que sean así, hizo que invasores (principalmente griegos) los desprecien. Todos los pueblos griegos caracterizaban a los pueblos como "civilizados" o "bárbaros". Etruria fue catalogada por ellos como BARBARA, por lo que su destrucción fue felicidad para ellos.

-Era monarquía absoluta: por lo cual, también existían esclavxs.

-Para la época, era la unica civilización que las mujeres tenían nombre y apellido propio y no tomaban el nombre del esposo para denominarse.

-Tenían un alfabeto e idioma personalizado que hasta el día de hoy no se pudo descifrar por la falta de textos y evidencia. Pareciera ser un sub-idioma del griego.

-No se sabe bien de donde provienen: lo más probable es que sean de griegos y orientales que escapaban de sus hogares en búsqueda de zonas más fértiles. De hecho, se encontraron con la zona más fértil para esa época (y hasta el día de hoy lo sigue siendo).

Bueno, si quieren saber más averigüen (?). A mi, por lo menos, me volaron la cabeza. No los molesto más.

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