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Los asesinos (final alternativo)

-Saben... -se escuchó desde la cocina, con voz sollozante- no hay nada que puedan hacer más que olvidarse de lo sucedido y rezar que Ole no aparezca nunca más aquí.
-Sabes algo de lo sucedido, Sam?- replicó Nick, abrumado y con mucha preocupación.
-Si. Todo el mundo en Chicago lo sabe.
-Y vos que sabes de Chicago?- dijo George con un aire de presumido.
-Porque yo soy de Chicago. -Seguidamente, abre la puerta con furia, y mira a George con cierto desagrado- Acaso alguna vez te interesaste sobre mi vida? No, porque tampoco quise que te intereses sobre ella.
-No fue mi intención herir tus sentimientos, Sam...
El aire quedó muy tenso. Nick no podía quitar la imagen del boxeador de la cabeza.
-Sam. Que pasó con Andreson?- le preguntó el joven, ya con una voz más dura y directa.
-Ole metió sus narices donde no debía... el boxeo llevó a su ego a un punto que su cabeza funcionaba más por gloria y fama qué por amor a sus seres queridos. Y un decente no traiciona a sus seres queridos.
-Que quieres decir?
Sam respira hondo con la mirada fija en el suelo. Su voz sonaba distinta.
-Hubo una época que fue el boxeador mejor pagado en todo el país. Obviamente, llegó a ello gracias a su representante, qué no es un don nadie. Como todos los representantes, sobre todo en el mundo del boxeo, a su espalda tiene muchas condenas respaldadas ni mas ni menos que por dinero. Cuando su representante estaba cayendo y Ole vio que caería con él, lo libró de su trabajo y consiguió otro representante.
-Y uno de los dos que vinieron hoy era el representante?
-No, Nick, el representante está preso. Pero como toda mafia, tiene a gente que trabaja por él, y sobre todo hace su trabajo sucio.
Un silencio prolongado inundó el restaurant por unos minutos.
-Sírveme una whisky, Nick, por favor. -reclamó George.
Se sentaron los 3 a contemplar la soledad de la ciudad. Hablaron de todos los males que podrían haber allí afuera y, luego de varios tragos, rieron y ahogaron la noche triste en alcohol. Pero a cada rato, la figura de Ole Andreson aparecía en sus cabezas.
-Olvidenlo, - decía Sam a cada rato - porqué es lo único que pueden hacer. Contra esos tipos, ni el mismo Dios puede salvarlo.

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